Nunca he
estado segura de cuán hermoso encuentro este país, un cielo irregular, vientos,
climas, ríos, playas, comidas, arboles, flores y gente si mucha gente, eso la
verdad es un conjunto de cosas hermosas, cada una de ellas muy parecidos entre
ellos, y es que a decir verdad. China huele a China. En China me di cuenta que
todos somos iguales y que todo es igual y que realmente la perspectiva de la
vida es enteramente subjetiva y que cada persona da lo que recibe. Y es ahí
donde nace mi pregunta ¿qué estoy dando yo?, no quiero parecer existencial,
todo lo contrario en este hermoso país (no cabe duda su belleza) me he podido
dar respuestas a preguntas que no estaba segura cómo formular, estoy más segura
de lo que quiero y sobretodo de lo que no quiero; Ya no tengo dudas de lo que
me gusta, aprendí que decir no es más cordial que decir un si no intencional. En
este país de colores me di cuenta que los colores son infinitos y que nunca
tendré la oportunidad de reconocerlos todos pero me queda la enorme
satisfacción de poder haber visto algunos colores que se ven cortos en las
pantallas y que por mas colores que tenga el mundo yo debo ser consiente que
soy uno de ellos y que debo aportar mi brillo y oscuridad a la gama que hace
imperfectamente perfecto este mundo en el que convivimos.
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